Mi gusto es…(o la otra mirada)

Mamá era políticamente incorrecta 

Miguel Ángel Avilés Castro /    2024-10-12
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A mamá no se le daba mucho eso de andar mencionando en inglés a lo que podía decirse en español ni tampoco le daba por hacerse la importante queriendo presumir como una moda o por mero snob, algo que habríamos de comer por razones de apetito o de hambre, que no es lo mismo ni es igual y no porque la industria del mercadeo se lo impusiera.

Eso nomás faltaba.

Ella, pues, mandaba las poses y las fanfarronadas allá donde ahora vive el ex presidente de la República y prefería llamar a las cosas por su nombre.

Así de simple.

A mí, por ejemplo, que en más de una ocasión me han cosificado algunas pretendientas, me llamaba Miguel Ángel y cuando de plano no recordaba cómo le había puesto al menor de sus hijos, pronunciaba a todos mis hermanos a gritos primero y al final, yo terminaba llamándome de una forma demasiado maloliente y escatológica.

Ella pues, no se andaba por las ramas, o bueno, si se andaba cuando de cortar los frutos de sus tantos árboles que sembró en el patio se trataba, solo que yo me refiero a que, en lugar de perder el tiempo en lo que ahora hubiera llamado ridiculeces, prefería, en forma muy naturalita, hacer sin adjetivos lo que le correspondía como mamá y papá de tres locos y dos locas, al estar muy convencida de que, parafraseando a la gran Cristina Pacheco, ahí le había tocado vivir .

Entonces, como diría Ibargüengoitia, mamá se levantaba rompiendo el alba y luego de hacer y beber un oloroso café de talega previamente molido en ese aparatito que estaba atornillado a un tronco, caminaba rumbo al fondo del patio, a fin de cerciorarse que en un extremo estaban todas las gallinas que había dejado bien comidas un día antes y que en el chiquero hecho con tablas rústicas, estuviera el cochi en turno, ese que esta vez no se había salido y continuaba engordando como mandaban los cánones hasta que estuviera al punto y entonces llamar a mi tío Bartolo para hacer el uno y dos casi de madrugada y darle matarile o su final.

Mil veces pude observar eso, como también vi y pude recoger huevos gallo-gallina en el gallinero y cortar naranjas o ciruelas o zapotes o limas y limones o racimos de uvas del emparrado a un costado de la casa o elotes cuyas matas crecían a gran velocidad y cumplida la orden, poníamos la cosecha sobre esa gran mesa que estaba en el corredor y arribita estaba un zarzo.

Así como mencioné esto y lo otro, de igual manera les llamaba miama y fue de ella de la que aprendí a llamar a lo rural y de otra índole, por su nombre ya que, como bien dijo George Steiner, aunque otras gentes lo citen como propio y sin mencionar la,fuente, “lo que no se nombra no existe”.


Válgame dios, ósea que cuando miama no se acordaba de mi nombre, yo no existía.

Mira nomas.

En la novela que pudo llamarse La Casa, pero que terminaría llamándose Cien Años de Soledad, un autor colombiano de nombre Gabriel García Márquez ya había dicho algo parecido que a lo mejor es lo mismo pero no es igual : "el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para nombrarlas había que señalarlas con el dedo".

En el caso de miama, esto no aplicaba porque todo lo que había en casa, ya tenía nombre y si excepcionalmente no era así, Castro de la Peña Rufina, lo inventaba.

Los que enlisté arriba, sobre frutas, verduras y animales, eran algunos, pero el que los cultivara o los pusiera al tiro para luego comerlos en caldo, en mole, en estofado o en chicharrones, en pozole, en carnitas o en chuletas, no era un asunto de marketing para engañar a incautos vendiéndoles caro y como nuevo, lo que para más de uno fue el esfuerzo para criarnos y que hoy en día, cincuenta años más tarde, son la dudosa novedad con adjetivos.

Lo que yo quiero decir es que mi mamá y la de ustedes, se ponían las pilas a fin de llevar a la mesa estos guisos, siendo familias que la mayoría correspondían a las clases bajas y medias bajas, y todo lo hecho no era por una actitud de presunción sino de verdadera necesidad.

Si todavía no consigo explicarme, tendré que decir que en el menú de mamá, existía todo, todito eso que en la actualidad podemos ver en los más finoles restaurantes o similares de gurmé, pero han sido rebautizados con mucho eufemismo, tanto que, algunos casos, ni ganas dan de comerlo por temor a un envenenamiento.

Mamá: “ les calenté unos chicharrones de los que quedaron ayer que matamos el cochi “

Ahora: “ iré a la boutique de carne para hacerles un porck belly”

*

Mamá: “Les asaré unas tiras queso y les preparé una salsa aguada “

Ahora: “ Oferta: panela frita a la plancha en un espejo de tomatillo verde”

No, de plano no me la imagino.

Igual sucede con quienes ,autonombrados como veganos, o vegetarianos como antes o lacto vegetarianos o , más bonito, ovo vegetarianos , que si bien habremos de respetar siempre a los que tomaron esa decisión, me es imposible citar aquí un testimonio en el cual algunos o algunas de estos o estas, haya corrido rumbo al laboratorio más cercano para que, previos estudios científicos, se concluya que lo que desayunará, comerá, merendará o cenará tiene 0% de gluten o acaba de ser cortado de un árbol sano o lel animal de donde salió esa leche sin grasa jamás se atracó una bandeja de granos bañados con pesticidas.

De eso miama nunca supo nada y si ocurrió lo contrario ,lo ocultó muy bien, considerando que, frente a sí, estaban los tres hombres, dos mujeres y una hermosa ausencia que se llamaba María de Los Ángeles y que ese día, a esa hora lo que único que deseaban era no quedarse con la panza vacía.

Insisto, no creo que hubiera querido, pero si en estos días de octubre de 2024 , mamá se pone a gritar lo que políticamente sería lo correcto, la condecoran.

“Muchachos: ya está el desayuno, vénganse a comer unos huevitos orgánicos…”

“Niños, a cenaaaar…les hice unas empanadas artesanales amasadas con leche y unos frijoles no transgénico bien calduditos …

“oigan: dejen ese balón y vayan a cortar unas calabazas, una mano de plátanos para ponerlos a madurar, las naranjas que estén maduras, unos mazos de cebolla y un balde de tomates gordos, porque toda la semana les voy a tener que hacer pura comida vegana ..”

“ Les hice unos sopes de carne molida ..en la mesa les dejé los topping…”

En cambio, si lo hace durante los años setenta u ochenta, y la escucha algún vecino, de seguro le llama a la policía.

_ ¿Comandancia de la policía ?

_ Sì, diga…

_ Quería reportar a una vecina que quiere darle a sus criaturas huevos artesanales y una comida que le dice vegana

_ Bendito Dios, qué grave, ¡ahí va ya una patrulla ¡

_ Si, por favor… y en el tendedero tiene colgados algunos productos de origen animal

_ Enterado...oiga

_ Dígame

_ Y se los da de comer así nomás a esos pobres niños?

_ A veces, sí , pero en otras, si es día feriado o está lloviendo, su mamá les hace unas tortillas de maíz con gorgojo muy raras y ellos como si nada y en la noche les hace unas de harina amasadas con requesón que ,de seguro, están llenas de gluten

_¡No puede ser ! ..pobres criaturas ¡ya vamos, decomisaremos todo.

Pobre de mamá, se me hace que no se fue por ese maldito cáncer.

Murió de pura vergüenza

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