TOSTADAS

Miguel Ángel Avilés Castro /    2025-03-11
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Recuerdo que mamá solía darme todos los días una moneda para que gastara en la escuela, pero yo no me sentía bien si no compraba algo para ella y se lo llevaba al regresar a casa.

Podía ser algún pan o un dulce, quizá una paleta, o un mazapán y sobre todo unas tostadas con chile que vendía don Memo en el recreo o a la hora de la salida.

No dejaba de sentir eso en mí que a la fecha no sé ponerle un nombre, sino hasta que se las daba y enseguida me llegaba un alivio.

Mamá lo agradecía con un cumplido o un mimo, luego las ponía en la mesa con mantel de hule pero no siempre se las comía y en más de una ocasión se quedaban ahí, remojadas, o secas, para ser tiradas discretamente, supongo que para no hacerme sentir mal.

Lo que yo sentía por mamá y por lo cual trataba de corresponderle por lo que hacía era como una especie de compasión por haberme dado un dinero que a lo mejor le haría falta o una forma de no sentir culpa si lo que me daba, no lo gastara solo en mí y le compartiera con quien por intuición o inconscientemente yo la sentía vulnerable, necesitada, sola y buscando, pese a todo, como resolverle una vida temprana y el presente a tres changos y dos changas, una quinteta de hijos en donde ,el que esto escribe, era  el menor.

Había quinientos metros de distancia de la primaria a ese domicilio de la calle Normal Urbana 2320 y por largo tiempo  dependí de esas tostadas para ahuyentar esa melancolía, esa congoja o lograr en mí una tranquilidad o una tarde feliz.

No sé en qué momento dejé ese hábito ni en cuantas ocasiones me sentí así, nada bien, si mis ratos de placer o de gozo o de triunfo no los compartía con otros o les hablaba para decirles que tarde que temprano haría lo posible para que también disfrutaran el plato de comida o el viaje o el lugar que yo estaba disfrutando.

Ya no era la primaria ni don Memo, ni mi madre, ni la casa, ni el ambiente familiar, ni mucho menos estaban ya las tostadas con chile, no ya no, pero si unos fantasmas que te siguen y de pronto reaparecen en el camino de tu vida para seguir haciéndote mucho daño al sentirte como obligado o con la necesidad de compartir con otro lo que tienes o buscar que ese otro no siga padeciendo.

Supondré que nadie es culpable de estos males que se incuban en la infancia, permanecen agazapados por muchos años y de pronto, vienen a uno con otros nombres y otras caras, oliendo diferente o trayendo consigo otro ropaje pero es la mismísima bronca emocional que, por un lado quiere, con genuina empatía remediar broncas ajenas y, por otro, acabas exhausto por andar de acomedido o anticipándose a favor de alguien tratándole de resolver toda la agenda de sus broncas, cuando es a él y a nadie más a quien le corresponde hacerlo sin que eso signifique que uno no le eche la mano pero hasta ahí.

Ahora sé, gracias a una amiga a la que quiero enamoradamente mucho que lo que yo sentía cuando aquello de los centavos, la primaria, miama y las tostadas que, dicho sea de paso ,estaban bien buenas, que se llama síndrome de desgaste por empatía (SDE).

A la bestia, que machín se escucha y yo queriéndole poner otro nombre.

Es un fenómeno que puede afectar a las personas que interactúan con otras que han vivido situaciones traumáticas o estresantes. 

Así dice aquí mero donde leo.

Quienes lo viven se sienten cansados y exhaustos, con dolores de cabeza o musculares; cambios en el apetito o en los hábitos de sueño, sentirse desesperado, atrapado y derrotado Indiferencia, sentirse solo en el mundo, pérdida de la motivación.

Son los resultados de andar cuidando a los demás o lo de los demás. Y no se refiere al esfuerzo material físico que se pueda hacer con un familiar, un amigo, la vecina, el desconocido en la calle, un enfermo, algún conocido sin trabajo o sin dinero, una viudez repentina. 

No es eso sino la suma de misericordia, lo mucho pensar sobre cómo estará el desvalido, o como encontrarle solución a esa deuda con los recibos de la luz o  a la tristeza de su divorcio. 

Has querido ayudar al otro, pero terminas mimetizándote con el otro o queriendo ser él, en ocasiones sin haber preguntado si quería ayuda o un apoyo. Y claro, al ver que le resuelves sus pendientes ni tampoco de su parte se consigue y te trasmite su quejumbro, entonces te llega como un cansancio mental, un agotamiento psicológico y por supuesto, una frustración.

Nadie te lo ha pedido, corrijo: nadie te lo exige, aunque pareciera que sí, pero al no conseguir el remedio que se busca aflora la culpa y la desolación, a la par que se proyecta un enfado consigo mismo.

Si nos hace tanto mal, tendremos que trabajar mucho para que ya no andemos tirándonos del último trampolín para salvar a quien puede andarse ahogando, quiera o no lo quiera consumar.

Si nos hace bien hay, nomás hay que modular nuestra empatía y saber decir no, cuando veamos que al que le dimos la mano, ya quiere agarrarnos del pie. 

Claro, no pido que nos volvamos indolentes o ingratos frente a un desvalido. Aunque quisiéramos, el lado opuesto no se nos da.

Pero ser empático es ver el mundo a través de los ojos del otro y no ver nuestro mundo reflejado en su ojo, señaló Carl Rogers.

Es correcto. Pero si no queremos sufrir el desgaste por compasión no nos vayamos de boca. Si los ojos del otro fallan o se pierden, echémosle la mano hasta donde sea posible, incluso funjamos como su lazarillo, pero por el amor de dios, no le donemos nuestros ojos. 

*

FOVISSSTE-SONORA

Alguien tendrá que poner orden e investigar que pasa en fovissste delegación Sonora, en donde además de no cumplir con la liberación de las hipotecas, habiéndose pagado el inmueble o fallecido el acreditado, también se sigue filtrando información interna sobre datos personales para llamar a teléfonos convencionales con una historia mentirosa y luego obtener un lucro. Sobre lo primero ya, incluso, el año pasado el congreso del estado lo exhortó para que se liberaran las hipotecas de un grupo de maestros de Sonora que tienen años con este reclamo. Sobre lo segundo , a más de una persona le han llamado con propósitos, inmediatamente después que se acude a las oficinas a realizar un trámite. Es obvio, esa información que tienen a su alcance, sale de ahí.

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