PAN: el mejor aliado de Morena

Arturo Soto Munguía /    2025-10-20
Publicar en:  

El multicitado relanzamiento del PAN no parece que se vaya a traducir -al menos en lo inmediato- en más votos, pero al menos reconfortará a los panistas doctrinarios al refugiarse en los principios fundacionales del partido, posicionarse ya sin máscaras como el partido de la derecha mexicana y alejarse de esa rara alianza con el partido que históricamente fue su archienemigo: el PRI.

 

La persignada lectora, el rezandero lector saben que el PAN se fundó en 1939 como una opción de resistencia y competencia al partido de la Revolución triunfante, a los caudillos que se bajaron de los caballos y se montaron en las oficinas de gobierno para dirigir desde allí los destinos de la nación, con aciertos y errores durante 70 años.

 

El PRI, que por cierto ha vivido dos procesos similares al que vimos en el PAN este fin de semana nació en 1929 como Partido Nacional Revolucionario; en 1938 mutó a Partido de la Revolución Mexicana y en 1946 se convirtió en Partido Revolucionario Institucional, como se conoce hasta hoy.

 

Durante décadas, el PAN fue una oposición más bien testimonial, pues electoralmente no representaba peligro alguno para la hegemonía del partido gobernante, que tampoco tenía en la izquierda un adversario electoralmente competitivo. En 1976 los panistas ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo para postular un candidato a la presidencia; la izquierda sí, pero como el Partido Comunista Mexicano carecía de registro legal, la candidatura de Valentín Campa fue también testimonial y el priista José López Portillo se alzó con una victoria obscenamente aplastante, con más del 90 por ciento de los votos.

 

A finales de la década de los 80 del siglo pasado el PRI vivió una escisión que a la postre lo llevaría a desdibujarse de tal forma que doce años después perdería por primera vez la presidencia de la República. En el 88 sin embargo no fue el PAN quien capitalizó el quiebre del PRI, sino una coalición de izquierda cuyas figuras principales provenían del tricolor. Postularon en tres ocasiones al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia (1988, 1994 y 2000) pero nunca pudo alzarse con el triunfo, quedando para el registro histórico lo que algunos consideran el fraude más escandaloso en los procesos electorales mexicanos, en 1988, cuando el PRI hizo ganar a Carlos Salinas de Gortari.

 

Las protestas poselectorales tuvieron carácter nacional y quedará para la posteridad aquella imagen en la que aparecen en el zócalo capitalino los candidatos de oposición: Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional; Manuel Clouthier, del PAN y Rosario Ibarra de Piedra, del PRT.

 

El PAN comenzaba a crecer electoralmente. Ganó su primera gubernatura en Baja California en 1987, aunque antes, en 1986 compitieron rabiosamente por la gubernatura de Chihuahua, que oficialmente ganó el candidato del PRI, Fernando Baeza, pero el PAN siempre acusó fraude electoral hacia su candidato, Francisco Barrio Terrazas, que compitió nuevamente en 1992, ganando la gubernatura.

 

En el año 2000, el PAN ganó la presidencia de la República con Vicente Fox Quezada y en 2006 repitió el triunfo con Felipe Calderón Hinojosa; triunfo que quedó marcado por la mancha del fraude electoral, que desde la perspectiva de la izquierda que ese año postuló por primera vez a Andrés Manuel López Obrador, fue validado en el Congreso de la Unión por el PRI, dando inicio a una alianza de facto que terminaría por materializarse en el año 2024 cuando PRI, PAN y PRD postularon a Xóchitl Gálvez como candidata a la presidencia.

 

En algunas elecciones estatales y municipales previas, esos tres partidos participaron juntos y lograron alzarse con varios triunfos.

 

La nueva configuración política del país, con la supremacía de una alianza gobernante que encabeza Morena derivó en la pérdida de registro nacional para el PRD, y el debilitamiento del PRI y el PAN a tal grado que el único motivo para seguir participando juntos en los comicios es la posibilidad de que si no lo hacen, pueden tener el mismo destino que el PRD.

 

El caso de Sonora es ejemplar en ese sentido. Incluso el dirigente estatal del PAN, Gildardo Real lo dijo explícitamente en vísperas de la elección de gobernador en 2021: si no van con el PRI, el PAN corre el riesgo de perder el registro.

 

Pero el PRI no está en mejor posición. Al decantarse el PAN por una posición abiertamente de derecha ¿con qué base electoral se queda el tricolor? Su modelo corporativo hace años que hizo agua y hoy navega en una indefinición ideológica que no cautiva a las clases medias; las grandes masas de los sectores más desfavorecidos económicamente están cooptadas por Morena y su descomunal flujo de recursos dispersados a través de los programas sociales; la cúpula empresarial ya dejó claro que el capital no tiene ideología y con gusto le entran a los tamales de chipilín si en eso les va su vigencia en los grandes negocios con el gobierno. Las clases más altas sin duda encontrarán en el PAN su identificación más clara bajo la consigna de “Familia, patria y libertad”, que es una mala copia del slogan del fascista Mussolini e Italia: “Dios, patria y familia” y de la narrativa ‘libertaria’ de Milei en Argentina.

 

La idea de eliminar requisitos para la afiliación al PAN suena democrática e incluyente, pero en realidad los mexicanos suelen ser reacios a la militancia voluntaria. Sucede algo parecido con la divisa de postular candidatos ‘ciudadanos’, no militantes del PAN, que parece tender la cama para la candidatura de Ricardo Salinas Pliego en 2030; una candidatura que eventualmente podría ‘jalar’ el voto de los sectores más conservadores cautivados con la idea de acabar con el gobierno de los ‘zurdos de mierda’, pero en términos de votos tienen muy definida su condición minoritaria.

 

Son las señoras que a veces aparecen rezando el rosario en el Congreso del Estado cuando se discuten iniciativas sobre el aborto, el matrimonio igualitario o la legalización de algunas drogas. Cuando mucho, son los y las tuiteras que se refocilan con el ‘disfruten lo votado’ cada vez que los gobiernos de Morena ‘la riegan’ (lo que por cierto es muy frecuente) pero no tienen ni las más remotas ganas de salir a ensuciarse los zapatos para ganar algunos votos a su causa. Son los que casi alcanzan un orgasmo retuiteando a Lilly Téllez y están convencidos de que ese es el camino de la resistencia ciudadana.

 

El ‘relanzamiento’ del PAN en realidad es la atomización del voto opositor en una opción profundamente decantada a la derecha confesional que suele destilar mucha rabia en redes sociales, pero muy pocos votos en procesos electorales. Una derecha confesional que ya ni siquiera domina el campo del conservadurismo religioso porque hasta en ese terreno Morena les está ganando. Y si no lo creen, nomás interpreten el protagonismo del secretario de Gobierno, Adolfo Salazar Razo en un encuentro de cristianos donde citó salmos y aseguró que fue el gobernador quien lo designó en el cargo, pero fue dios quien lo puso en ese camino.

 

Morena puede estar tranquila. La poca competitividad de la alianza PRI-PAN la dinamitaron ellos mismos y lo que tienen enfrente ya no es la esperanza de reverdecer laureles, sino las patadas de ahogado para conservar el registro.

 

 

 

II

 

Mientras tanto, abrimos la semana con el morboso placer de dilucidar los motivos del desaire y las malas caras que le hizo el gobernador Alfonso Durazo al alcalde de Hermosillo, Antonio Astiazarán, que sigue encampañado y trotando por Navojoa con una ‘S’ en la cachucha, en lugar de la ‘H’ que lo identifica solo con la capital.

 

Ya estuvo trotando en Nogales y próximamente estará en Ciudad Obregón, para sorpresa de nadie, porque el Toño va por la candidatura al gobierno del estado, empresa complicada si consideramos que él mismo declaró hace tiempo, en un encuentro con priistas, que la alcaldía la ganó gracias a los votos del PRI. Y ahora que no van aliados, es cuestión de ponerle números a los resultados electorales para adelantar vísperas.

 

Y ya que hablamos de Hermosillo, de trotes y carreras, no pierdan de vista a Paulina Ocaña, que acaba de ganar el tercer lugar en la Carera del Desierto compitiendo en los 25 kilómetros. El año pasado compitió en los 5 kilómetros y no subió al podio, pero evidentemente en este año se preparó a conciencia porque eso de correr 25 kilómetros en las arenas del Gran Desierto de Altar no es para improvisados. Y eso que la joven y experimentada servidora pública tiene que lidiar cotidianamente con las responsabilidades que el exige su cargo como Jefa de la Oficina del Ejecutivo, donde ha rendido muy buenas cuentas.

 

No lo sé, pero como ella misma dijo, se anda superando a sí misma. Huele a boleta electoral, ya usted sabrá, trotadora lectora, caminante lector, dónde la ubica.

 

También me puedes seguir en X: @Chaposoto

 

Visita www.elzancudo.com.mx

Opiniones sobre ésta nota
Envía tus comentarios