Votar o no votar el próximo domingo

Arturo Soto Munguía /    2025-05-30
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Nada más lejano a las aspiraciones de esta humilde columna, que hace siquiera un intento por inducir a la asistencia o a la ausencia en las urnas el próximo domingo.

 

Primero que nada, porque sabido es que no me hacen caso ni mis nietos. Y ‘segundo que nada’ (como dicen que dijo un exalcalde de Hermosillo cuyas iniciales eran en sí misma una invitación a la risilla sardónica) porque el politizado lector, la grillísima lectora de estas líneas tienen desde hace tiempo su decisión tomada, no sobre los candidatos a elegir, sino sobre el hecho de acudir o no a renovar la mitad del Poder Judicial en el país.

 

Tienen sus razones y tendrían que ser muy respetables en ambos casos, aunque estas razones sean muchas y muy variadas, pues en ambos bloques (lo que sí irán a votar y los que no) hay, digamos, subgrupos con sus respectivos argumentos.

 

Entre los que sí irán a las urnas, por ejemplo, hay un nutrido contingente azuzado por sus propias convicciones de que el sistema judicial actual está podrido, es corrupto y venal, cuando no dominado por grupos de interés entre los que se encuentran políticos, empresarios y hasta criminales.

 

Pareciera una cruel paradoja, pero en este grupo existen políticos, empresarios y eventualmente, criminales interesados en contar con un sistema judicial con personeros que en un momento determinado pudieran tener un sesgo a su favor a la hora de impartir justicia.

 

En este bloque está también un subgrupo que desde sus posiciones de poder en el actual gobierno están convencidos de que no hay nada más democrático que poner a consideración del pueblo los perfiles y trayectorias de candidatos y candidatas a jueces, magistrados y ministros tal y como fue la idea que en un momento de inspiración tuvo, casi como una epifanía el expresidente Andrés Manuel López Obrador, máximo e incuestionable líder del Movimiento de Regeneración Nacional que impulsó la reforma judicial, sacada adelante en el Senado con aquel voto de calidad aportado por un hombre intachable y de prístina trayectoria comprometida con las luchas de la izquierda y por ende con las causas democráticas y justicieras como Miguel Ángel Yunes (padre e hijo, que son uno mismo).

 

Hay otro subgrupo, sin duda más numeroso, de gente que irá a las urnas con una idea vaga (en el mejor de los casos; en el peor, sin la más mínima idea sobre el tema) de lo que es el Poder Judicial y para qué sirve. Afortunadamente cuentan con la desinteresada ayuda del subgrupo anterior, que en un desplante didáctico diseñó y distribuyó masivamente ‘acordeones’ con los nombres, números y colores que indican por quiénes votar. Esto, consideran, no es una inducción del voto ni un sofisticado acto de mapachería, sino una contribución a la participación ciudadana y a la cultura democrática.

 

En este subgrupo forman filas millones de mexicanos beneficiarios de los programas sociales, y los promotores en tierra y aire de esos programas que, en justicia hay que reconocer que fueron el ejército más importante para derrotar en las urnas al viejo régimen. Es posible que la mayoría no esté en condiciones de hacer una elaboración teórica acerca de este histórico e inédito proceso, pero dan por descontado que viniendo de AMLO, la idea debe ser buena, sobre todo si se trata de terminar de barrer los vestigios de gobiernos en los que no les fue tan bien.

 

En el otro bloque están los que no van a ir a votar. El subgrupo más activo en este bloque es el de una clase política desplazada que todavía no encuentra los dientes que les tumbó la elección de 2018 y todavía lame las heridas de la elección 2024 cuando quiso levantarse y le dieron una nueva felpa.

 

Tienen el pequeño problemilla de que el grueso de la población no les cree y no los pela, básicamente porque durante 80 años y especialmente en los últimos 40 profundizaron en México las condiciones de desigualdad y marginación generando millones de personas en pobreza extrema, absoluta, relativa, estructural, coyuntural y multidimensional, mientras alimentaba a una casta privilegiada que se bajó del caballo y se metió a las oficinas de gobierno institucionalizando la Revolución, y luego mutó a la doctrina neoliberal y privatizadora con los mismos resultados.

 

Hay un pequeño subgrupo en este bloque, compuesto por quienes están llamando a no votar por la sencilla razón de que aún no han recibido el guiño que los sume al ‘lado correcto de la historia’, pero que nomás están esperando ese guiño para blanquear sus pecados y asumir, junto al legendario “Tlacuache” César Garizurieta Errenzweig, que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Hemos visto muchos de esos en los últimos años y veremos más de aquí al 2027, por lo menos.

 

Otro subgrupo en este bloque es el de quienes, asqueados de lo anterior votaron por un cambio en 2018 pero la decepción los mantendrá lejos de las urnas en la elección del próximo domingo, pues consideran que tal cambio fue en todo caso la reversa que, se sabe, también es cambio. Aquí caben artistas, intelectuales, escritores, académicos, periodistas cuya decisión de no votar es un honesto acto de congruencia. A quienes en este catálogo se suman a la promoción de no votar por la añoranza de tiempos de jauja, los ubicaría en el subgrupo anterior.

 

Otro subgrupo muy curioso está formado por personalidades de los medios de comunicación y redes sociales. Ya van para siete años -al menos- vaticinando la catástrofe, augurando la inminencia de la dictadura, exorcizando los fantasmas del comunismo y últimamente, prendiendo veladoras a San Donald Trump para que de una vez venga a México con sus Marines y acabe con esos pinches populistas a los que no pueden ganarles en las urnas.

 

Y no perdamos de vista al bloque que siempre gana las elecciones y siempre pierde. En este bloque se encuentra al menos la mitad de la población mexicana en edad de votar que nunca va a las urnas. Sí, en México por diversas razones y con ligeras variantes, el 50% de los empadronados desprecia los procesos electorales, esos en los que se despliegan campañas obscenamente dispendiosas y ni así los verán en las urnas.

 

El próximo domingo veremos en qué bloque y en qué subgrupo se encuentra usted, abstencionista lector, acordeonista lectora.

 

II

 

Y ya para terminar esta entrega de fin de semana, ayer se dieron cita en el Centro de Gobierno las representaciones de todas las autoridades civiles y militares para protagonizar un evento orientado a contribuir al fomento de valores para la pacificación del país, que tanta falta hace.

 

Se trata del programa “Sí al desarme, sí a la paz” que consiste en incentivar a la población para el canje voluntario de armas por ciertas cantidades de dinero, con el fin de inhibir la violencia. Una vertiente de este programa está orientado a inculcar la cultura de la paz en las infancias, promoviendo el canje de juguetes bélicos por didácticos.

 

En el caso de los adultos que decidan canjear armas o cualquier artefacto bélico por dinero, las autoridades se comprometen a proteger su identidad y no realizar averiguación o implicación alguna.

 

El evento estuvo encabezado por el gobernador del estado, Alfonso Durazo y en él participaron los titulares de todas las corporaciones policiacas y militares, autoridades judiciales y legislativas, así como representantes de la sociedad civil.

 

Si usted, pacifista lectora, ex sicario lector tienen por allí algún cuerno de chivo, es el momento preciso para pasar a reivindicarse y deshacerse de esa pesada carga sobre sus cabezas. El centro de acopio está instalado en la Plaza de la Bandera en el edificio Sonora del Centro de Gobierno en Hermosillo. Igual si es de la generación que le compró a sus hijos armas de juguete para irlos familiarizando con el sicariato, sería buena idea llevarlos a que los cambien por juguetes didácticos.

 

Ya hay demasiada violencia en el país como para andarle metiendo malas ideas en sus infantiles cabecitas.

 

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